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lunes, 11 de julio de 2016

O-P-O-S-I-C-I-Ó-N: una institución necesaria



Desde el año 2004, el Partido Popular Europeo -PPE, principal partido de centro-derecha que opera en el Parlamento Europeo- ha sido el grupo mayoritario en la Eurocámara y suyas han sido también, a partir del apoyo clave de gobiernos estatales del mismo color político, las posiciones mayoritarias en la Comisión Europea (con las presidencias de dos ex primeros ministros conservadores como Barroso y Juncker).

Sus mandatos no han sido particularmente exitosos. La UE se ha encontrado durante la segunda parte de este periodo en una grave crisis económica y política y las recetas del PPE y sus contrapartes estatales no han resultado particularmente populares.

Pero si en el contexto de la política convencional, el fracaso de gestión y la impopularidad política llevarían a la derrota electoral y al cambio del núcleo dirigente, el impacto de la mala gestión del PPE ha sido desacreditar todo el esquema institucional.

El Reino Unido votó para salir de la UE en junio y otros Estados que afrontan demandas similares. Para salvarse a sí misma, la Unión Europea va a necesitar un partido político de oposición real: uno que pueda formular una agenda política alternativa coherente y dar a los votantes insatisfechos la oportunidad de "echar al gobierno" sin derribar todo el edificio institucional.

Hasta ahora, el principal partido de centro-izquierda en Europa ha sido demasiado tímido intelectualmente, ha estado demasiado hambriento de cargos, y se ha mostrado demasiado subordinado a las agendas locales para desempeñar ese papel. Pero para salvar el proyecto europeo, alguien tendría que posicionarse en contra de las personas que actualmente lo gestionan. Una polarización partidista excesiva tiene sus defectos, pero Europa está perdiendo apoyos como proyecto por su ausencia general de partidismo (o por la ineficiente traducción del mismo).

De igual forma, o quizás por ello, se ha ido trasladando el mismo mecanismo a los niveles estatales y los modelos de Gran Coalición han terminado por situar la oposición en opciones enfrentadas no sólo al Gobierno sino a los distintos regímenes estatales. También en casos de gobiernos monocolor y en un contexto general de crisis económica, el peso determinante de las políticas comunitarias en las políticas públicas estatales, y la percepción de coautoría por parte de los principales partidos, contribuye a reforzar este fenómeno rupturista, que con distintas fuentes ideológicas, se reivindica como interprete auténtico de la soberanía nacional/popular. Gobiernos socialdemócratas en lugares como Francia o Portugal se encuentran aplicando una variante matizada de la misma agenda de austeridad fiscal y desprotección laboral que sus oponentes conservadores: dada la estructura de la política de la UE, no tienen demasiado margen de maniobra. En un país tras otro, esto ha significado perder apoyos hacia los movimientos populistas, de derecha “patriota” en contextos más o menos prósperos o de izquierda soberanista en los contextos más castigados. Y el ejemplo griego de Syriza sugiere que, incluso si éstos alcanzan el poder, van a estar en la misma situación.


El concepto de “oposición leal”

La noción de una "oposición leal" fue una innovación clave en la institucionalización de la democracia. La idea es que un movimiento político organizado dentro del sistema pueda oponerse al gobierno sin ser visto como un enemigo de las propias instituciones.

En cambio, la Unión Europea sufre esencialmente del problema opuesto: demasiado consenso. Esto evita que los gobernantes en ejercicio se deban enfrentar con claridad a la responsabilidad electoral y que si los votantes están descontentos con su rendimiento, un equipo rival viable espere listo y dispuesto para tomar el relevo.

En lugar de ser una elección entre equipos que compiten, cada sucesiva Comisión Europea ha reflejado un esfuerzo por lograr un equilibrio, repartiendo asientos para el centro-derecha del PPE, el PES (centro-izquierda) y los liberales centristas (ALDE), asignando más o menos carteras a cada grupo en función de su peso en el Parlamento y en los gobiernos estatales.


Cómo hacer responsables a los Eurócratas

En términos institucionales, el desarrollo de un verdadero partido de oposición requeriría consolidar la idea de que la Comisión Europea debe ser responsable ante el Parlamento Europeo en la misma forma en que un gabinete normal es responsable ante el poder legislativo correspondiente.

Esto no es exactamente lo que establecen los tratados de la UE; en su lugar, indican que los comisarios deben ser seleccionados por el Consejo Europeo, que es el órgano de reunión de los primeros ministros de la Unión Europea. Pero hay una condición: la Comisión que el Consejo selecciona debe ser aprobada por el Parlamento. Originalmente, en Reino Unido, Holanda, Bélgica y otras monarquías constitucionales, era el rey o reina quien seleccionaba al primer ministro… sujeto a la aprobación del Parlamento. Con el tiempo esta norma se ha quedado en formalidad, porque el parlamento no confirmará a ninguna otra persona que no cuente con mayoría en la cámara de representantes.

En la elección de 2014 el Parlamento Europeo creó una versión embrionaria de esto. A lo largo de los años, los partidos políticos nacionales presentes en Bruselas han ido variando desde una postura de defensa de intereses puramente estatales a agruparse ideológicamente en distintas familias políticas, que aún de forma incipiente, comienzan a articularse como partidos continentales. Para esas elecciones, los principales grupos eligieron a sus candidatos para la presidencia de la Comisión, entre ellos Jean-Claude Juncker, del PPE, que resultó el más votado. Varios jefes de gobierno, entre ellos el primer ministro británico, se opusieron fuertemente a esto como una cuestión de fondo, pero en última instancia, Juncker fue de hecho elegido.

El desarrollo de un verdadero partido de oposición significa empujar esta lógica un paso más: reclamar el derecho de nombrar una lista completa de miembros de la Comisión en el caso de una victoria electoral... a cambio de aceptar no contar con comisarios como coste por la derrota.

Por más conveniente y urgente que resulte, ganar este tipo de batalla será difícil y no sucederá inmediatamente. Será necesario, para esto sí, un gran acuerdo entre familias ideológicas y entre representantes de distintos niveles institucionales. Porque está claro que los votantes de todo el continente se sienten frustrados por la idea de que Europa está dirigida por burócratas ajenos a la rendición de cuentas. Un movimiento de oposición europeísta al actual status quo, que exija reformas para hacer responsable al colegio de comisarios, podría contar con el apoyo explícito de los miembros del PPE, del PES y de ALDE más entusiastas del proyecto federal europeo e incluso con el explícito de los euroescépticos más razonables.


Cómo actuaría una oposición leal

En teoría, el grupo alternativo que debería ejercer como verdadera oposición debería ser el segundo grupo principal e inverso ideológico del PPE: se llama el Partido Europeo de los Socialistas (PES) y agrupa a los principales partidos de centro-izquierda de cada país europeo (Partido Laborista del Reino Unido, Partido Democrático de Italia, Partido Social Demócrata en Alemania, el Partido Socialista de Francia, el PSOE, y así sucesivamente en los Estados más pequeños).

Con Europa en manos de una administración fundamentalmente de centro-derecha, persiguiendo una agenda principalmente de centro-derecha, y en gran medida sin generar prosperidad económica en el continente, el PES podría retirar el apoyo a la política económica existente y proponer una alternativa basada en la corriente principal opuesta a la actual política macroeconómica de la UE. Eso significaría al menos:

- Apostar por un modelo de Banco Central Europeo comprometido el fomento del pleno empleo en todo el continente, estimulando la inflación si fuera necesario.

- Establecer un mecanismo para generar endeudamiento anti-cíclico por parte de la propia UE, que incremente la demanda interna y financie inversiones directas en proyectos estructurales y un nuevo Fondo de Cohesión Europea.

- Medidas para aumentar los salarios en los países miembros de bajo desempleo, tales como Alemania, Dinamarca o Países Bajos.

- Pasos hacia la construcción de un Estado de Bienestar Común en toda la UE, probablemente a partir de una pensión mínima, algún tipo de enfoque común para el seguro de desempleo y una renta básica.

Esta agenda socialdemócrata sería la base de su proyecto electoral en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, momento en el que podría buscar el apoyo de otras fuerzas más pequeñas como los liberales progresistas, los partidos verdes, y los bloques de extrema izquierda. Existe el riesgo, por supuesto, por supuesto, de que la agenda resultase impopular o de que no tuviese suficiente credibilidad. En un momento de auge euroescéptico, competir con la promesa de una UE más federal podría ser desastroso. Pero si se ejecuta dentro de una plataforma política con un programa claro y una campaña electoral participativa y pedagógica, asumiendo después que el resultado electoral será determinante en la evolución futura del gobierno, se haría un gran favor al proyecto europeo, dando a los votantes una alternativa reformista de expresar la frustración dentro del sistema. Sin ella, muchos ciudadanos perciben que sus únicas opciones de rechazo al gobierno son antisistema, que es éste en sí mismo el que limita su elección y terminan finalmente por abrazar la idea de desmontar lo construido.

Obviamente esta situación de falta de oposición efectiva no se ha generado por casualidad: es la propia mayoría conservadora la que se encuentra en situación minoritaria para llevar a cabo su propio programa, tanto en la UE como en muchos de sus estados, y es la decisión de optar por el mal menor en el gobierno, confundiendo políticas de Estado y de Gobierno, negociando en posición de inferioridad la gestión de las políticas en lugar de apartarse y evitar el bloqueo sólo a cambio de hacer efectivas transformaciones en las instituciones -esas que en caso de ganar nuevas elecciones evitasen al grupo vencedor la necesidad de pactar con su principal adversario, quizás con un modelo electoral a doble vuelta y como mínimo reduciendo el poder de veto y de las minorías de bloqueo- lo que ha generado esta disfunción.

Europa necesita un verdadero partido de oposición, y el centro-izquierda europeo necesita ofrecer urgentemente un programa viable. Transformándose en un verdadero partido de oposición en Bruselas podría satisfacer tanto las necesidades de debate partidista a corto plazo, como ahorrarse problemas a sí mismo y al proyecto europeo a medio y largo plazo.

1 comentario:

  1. Pues si, pero no tenemos "cultura" suficiente para hacerlo. Todo el mundo empieza a pedir lo suyo aunque no sepa que es.

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